jueves, 3 de febrero de 2011

El arte de comunicarse (¡Gracias, Lu!)

Un Sultán soñó que había perdido todos los dientes. Al despertar, mandó llamar a un Adivino para que interpretase su sueño. 
- ¡Qué desgracia, Mi Señor! -exclamó el adivino-. Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad. 
- ¡Qué insolencia! -gritó el Sultán enfurecido-. ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí! 
Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos. 

Más tarde ordenó que le trajesen a otro Adivino, quien le dijo:- ¡Excelso Señor! ¡Gran felicidad os ha sido reservada! El sueño significa que sobreviviréis a todos vuestros parientes. 
Iluminose el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. 
Cuando el Adivino salía del palacio, uno de los cortesanos le dijo: 
- Tu interpretación es la misma que la del primer Adivino. No entiendo por qué al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro. 
- Recuerda bien, amigo mío -respondió el segundo Adivino- que todo depende de la forma en el decir... Uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender el arte de comunicarse. De la comunicación dependen, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. La verdad debe ser dicha en cualquier situación, de esto no cabe duda, pero... la verdad puede compararse con una piedra preciosa: si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir. Mas si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado.