jueves, 3 de febrero de 2011

El arte de comunicarse (¡Gracias, Lu!)

Un Sultán soñó que había perdido todos los dientes. Al despertar, mandó llamar a un Adivino para que interpretase su sueño. 
- ¡Qué desgracia, Mi Señor! -exclamó el adivino-. Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad. 
- ¡Qué insolencia! -gritó el Sultán enfurecido-. ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí! 
Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos. 

Más tarde ordenó que le trajesen a otro Adivino, quien le dijo:- ¡Excelso Señor! ¡Gran felicidad os ha sido reservada! El sueño significa que sobreviviréis a todos vuestros parientes. 
Iluminose el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. 
Cuando el Adivino salía del palacio, uno de los cortesanos le dijo: 
- Tu interpretación es la misma que la del primer Adivino. No entiendo por qué al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro. 
- Recuerda bien, amigo mío -respondió el segundo Adivino- que todo depende de la forma en el decir... Uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender el arte de comunicarse. De la comunicación dependen, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. La verdad debe ser dicha en cualquier situación, de esto no cabe duda, pero... la verdad puede compararse con una piedra preciosa: si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir. Mas si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado. 

martes, 11 de enero de 2011

En honor a María Elena Walsh.

La ñ también es gente 
María Elena Walsh

La culpa es de los gnomos que nunca quisieron ser ñomos. Culpa tienen la nieve, la niebla, los nietos, los atenienses, el unicornio. Todos evasores de la eñe. ¡Señoras, señores, compañeros, amados niños! ¡No nos dejemos arrebatar la eñe! Ya nos han birlado los signos de apertura de interrogación y admiración. Ya nos redujeron hasta la apócope. Ya nos han traducido el pochoclo. Y como éramos pocos, la abuelita informática ha parido un monstruoso # en lugar de la eñe con su gracioso peluquín, el ~. ¿Quieren decirme qué haremos con nuestros sueños? ¿Entre la fauna en peligro de extinción figuran los ñandúes y los ñacurutuces? ¿En los pagos de Añatuya cómo cantarán Añoranzas? ¿A qué pobre barrigón fajaremos al ñudo? ¿Qué será del Año Nuevo, el tiempo de ñaupa, aquel tapado de armiño y la ñata contra el vidrio? ¿Y cómo graficaremos la más dulce consonante de la lengua guaraní? "La ortografía también es gente", escribió Fernando Pessoa. Y, como la gente, sufre variadas discriminaciones. Hay signos y signos, unos blancos, altos y de ojos azules, como la W o la K. Otros, pobres morochos de Hispanoamérica, como la letrita segunda, la eñe, jamás considerada por los monóculos británicos, que está en peligro de pasar al bando de los desocupados después de rendir tantos servicios y no ser precisamente una letra ñoqui. A barrerla, a borrarla, a sustituirla, dicen los perezosos manipuladores de las maquinitas, sólo porque la ñ da un poco de trabajo. Pereza ideológica, hubiéramos dicho en la década del setenta. Una letra española es un defecto más de los hispanos, esa raza impura formateada y escaneada también por pereza y comodidad. Nada de hondureños, salvadoreños, caribeños, panameños. ¡Impronunciables nativos! Sigamos siendo dueños de algo que nos pertenece, esa letra con caperuza, algo muy pequeño, pero menos ñoño de lo que parece. Algo importante, algo gente, algo alma y lengua, algo no descartable, algo propio y compartido porque así nos canta. No faltará quien ofrezca soluciones absurdas: escribir con nuestro inolvidable César Bruto, compinche del maestro Oski. Ninios, suenios, otonio. Fantasía inexplicable que ya fue y preferimos no reanudar, salvo que la Madre Patria retroceda y vuelva a llamarse Hispania. La supervivencia de esta letra nos atañe, sin distinción de sexos, credos ni programas de software. Luchemos para no añadir más leña a la hoguera donde se debate nuestro discriminado signo.
Letra es sinónimo de carácter. ¡Avisémoslo al mundo entero por Internet! La eñe también es gente.